20/10/2024
Hay momentos, como en el de esta foto, en que la mirada se queda estática porque se vuelve hacia adentro. Son apenas unos segundos, suficientes para hacer balance, para hacer acopio de imágenes pasadas con las sensaciones asociadas, hasta descubrir cómo ha serpenteado este camino literario para llegar hasta aquí.
Si alguien me preguntara en qué punto de ese camino me gustaría quedarme, no sabría qué contestar. Por experiencia, aprendizaje y evolución, quizá donde ahora estoy, con una última novela escrita que para mí es maravillosa (permitidme el orgullo, por favor) y de la mano de una editorial; pero le debo tanto a la autoedición…, ha sido tanta la ilusión que le puse desde un principio a ese camino en solitario, tanto el esfuerzo que vi recompensado, tanto el apoyo que recibí de la blogosfera, de los lectores, de los amigos hallados en las redes…, tanta mi efusividad (tal vez, producto de la ignorancia) que suplía a los pocos logros a nivel de éxito literario (según lo concibe este mundo de letras), que también me gustaría quedarme ahí, en algún lugar de ese camino.
Son doce o trece años de andadura literaria; muy pocos para hacerse un hueco que perdure en la historia de la Literatura, muchos para quienes pegaron un bombazo con su primera novela y subieron a la cúspide casi del tirón. Para mí, toda una etapa sembrada de bonitas experiencias, en la que, curiosamente, no sé si el apoyo recibido ha ido in crescendo a la par de esa experiencia y esa evolución de la que hablaba al principio. O quizá sea que hoy me he levantado nostálgica y echo en falta, por ejemplo, esos encuentros literarios en «el Dinosaurio», en Madrid, rodeada de familia y amigos, o el disfrute, tranquilo y sin presión, de cada reseña, comentario o valoración de los lectores cuando yo consideraba que todavía estaba empezando.
El mundo va muy deprisa, demasiado. Pero en mi caso, y como decía Mario de Andrade, la que tiene prisa es mi alma; prisa por saborear los momentos bonitos con suficiente calma y, sobre todo, por sentir calor humano y por hacerme acompañar de quien tiene algo que enseñarme, y no hablo tanto de intelecto, sino de conceptos vitales que, como personas, nos ayudan a engrandecernos y evolucionar.
Miro hacia atrás y sonrío. Y en estos momentos, nada me gustaría más que poder seguir haciendo lo mismo cuando pasen unos años. Espero que esa prisa de mi alma por «vivir» haya seguido encontrando lo que siento que necesita
