8/11/2024
La de ayer, en Sevilla, resultó ser una presentación en petit comité, como si fuera en familia. Un puñadito de lectores se asomaron a la sala de la biblioteca Infanta Elena y decidieron sentarse para acompañarnos, para escuchar las cosas bonitas que guardábamos para ellos. Manuel Miranda, sentado a mi lado, puso el punto de humor, de distensión, de desenfado al encuentro, cosa que me encantó; yo, por mi parte, volví a poner el entusiasmo que me despierta esta historia cada vez que la pienso, y hablé de ella y de otros muchos aspectos que no van recogidos entre las tapas de la novela.
La nota diferente, además de la intimidad, me la proporcionaron dos lectoras extranjeras que se acoplaron en primera fila, y a las que vi en todo momento con los cinco sentidos puestos en cuanto decía. Al terminar, me preguntaron si mi novela se había traducido al italiano y, cuando les dije que no, no dudaron en llevársela firmada en español —idioma que están aprendiendo— con el propósito de hacer un esfuerzo lingüístico por entenderla, después de habérsele despertado una curiosidad enorme respecto a la vida de Esperanza, Isabel, Luna y los avatares que les tocó vivir.
La nota común volvió a ser la escucha atenta, las preguntas queriendo saber más, y las ganas despiertas junto al deseo de llegar a casa para descubrir lo que no les contamos y ahora se mueren por saber.
Gracias, Manuel, por haber hecho esta parada conmigo, fue un verdadero placer; gracias a quienes me dedicasteis vuestro tiempo e interés; y gracias a la biblioteca Infanta Elena por ese esfuerzo en difundir la literatura y por haberme abierto un pequeño rincón para darme voz.
