Permítame acomodarme entre sus piernas y desnudar mi espalda, maestro. Su música me conquistó. Cerré los ojos y quedé atrapada entre sus hilos como la clave de Sol en la partitura. Escucharlo tocar me hizo vibrar, gozar, soñar…, amar. Y esta noche, observando enamorada el devenir de sus manos y la agitación de sus dedos estremeciendo cada compás… me convertí en instrumento. Mi voz se ha hecho melodía y en mi piel afloran las cuerdas del violoncelo de sus amores. Deseosas de ser tocadas.
Permítame acomodarme entre sus piernas y desnudar mi espalda, maestro. Porque esta noche no deseo sentir la música. ¡Quiero ser música! Para usted.