DESEO VIRGINAL (2013)

Abrí la puerta del baño envuelta en una nube de vaho que me hizo resurgir de ella como una esfinge sinuosa, sofocada por el calor extremo del agua que minutos antes había besado mi cuerpo, cada centímetro de mi piel que ahora lucía tersa, aterciopelada y suave, impregnada por entero de aquella esencia de miel y almendras de aroma cautivador y sabor dulce. Tardé un instante en acomodarme a la penumbra salpicada por la tenue luz de las velas dispuestas por el dormitorio y a la melodía suave que incitaba a mis sentidos a dejarse llevar. Una silueta masculina de torso desnudo se aproximó a mí lentamente, en silencio, esbozando una sensual sonrisa de labios carnosos mostrando deseo. Noté sus manos abriéndose paso por la abertura de mi albornoz, ensanchándola al tiempo que recorría con sus manos mi cintura atrayéndome hacia él. Mi pelo mojado dejó escapar algunas tímidas gotas de agua que recorrieron mis hombros hasta llegar a mis senos, donde iniciaron un suave descenso bordeando sus curvas pronunciadas y sensuales. Él clavó sus ojos en ellas, secándolas con las yemas de los dedos para besar después las huellas de humedad que habían dejado a su paso y que ahora se incrementaban al contacto con sus labios, con su boca, con su lengua excitada incapaz de detenerse. Un gemido efímero y apasionado huyó de mí para confundirse con las notas musicales dispersas en el ambiente, como preámbulo de lo que prometía ser una noche de sumo placer.

   Me pregunté por un instante cómo diantres había aparecido él allí; los efluvios del alcohol debieron haber jugado al escondite con mi memoria, sin dejarla adivinar si había sido yo quien lo había invitado a subir o tal vez fue él quien me transportó literalmente hasta mi habitación de hotel para protegerme de las consecuencias nefastas del cava que había bebido hasta perder la razón. Pero no me importó. Las sacudidas eléctricas que sus roces provocaban en mi cuerpo silenciaban el miedo hacia mi primera vez, tantas veces soñada, aventurada hasta la saciedad dejándome llevar por una mezcla de romanticismo desbocado y ausencia de detalles ante lo que no había conocido nunca en primera persona, tan solo en las novelas de Corín Tellado que mi madre solía leer. Entonces sentí miedo, y un rubor espantoso al ser consciente de que no sabría cómo actuar, ni cómo responder ante aquel extraño que parecía dominar el arte amatorio en mucha mayor medida de lo que yo había podido leer. 

   Una de sus manos ascendió muy lentamente por la cara interna de mis muslos hasta llegar a su confluencia, mirándome a los ojos y esbozando una sonrisa con su boca amplia que no dudó en utilizar para sellar la mía antes de que yo pudiera confesarle el secreto de mi virginidad más absoluta, como si ya lo intuyera y no le importara nada. O tal vez como si aquello le excitara mucho más. Comprendí que sólo tenía que dejarme llevar, permitirle hacer a él y a mis instintos libidinosos, fuertes como nunca imaginé que pudieran ser.

   Me despojó del albornoz que aún se apoyaba sobre mi espalda y caí completamente desnuda sobre la cama, empujada levemente por su cuerpo. Él mantuvo el equilibrio y permaneció en pie durante unos segundos que me parecieron eternos, mirándome de arriba abajo con lascivia y un deseo reflejado en sus ojos que me intimidó. Y me gustó, haciéndome notar un cosquilleo entre mis piernas que me obligó a apretarlas una contra otra y revolverme ante su gesto de aprobación. 

   Se inclinó sobre mí y sujetó mis manos elevándolas sobre mi cabeza, haciéndome sentir excitantemente expuesta, vulnerable, y comenzó a recorrer mi piel por entero con la boca y con sus manos, cada pliegue, cada pequeño rincón ignorado hasta por mí, besándolo, lamiéndolo, pellizcándolo. Recobré la libertad de mis manos y le correspondí, acariciando su espalda, su pelo, sus brazos torneados y su pecho desnudo, su sexo, sus nalgas. Me sentí feliz, desinhibida, pletórica por aquella opera prima tan excitante que abriría paso, sin duda alguna, a otras muchas funciones a partir de aquel momento. 

   Mi respiración acelerada comenzó a descontrolarse a medida que su entrepierna abultada presionaba la mía cada vez más, moviéndose insinuosamente, buscando un hueco por donde colarse dentro de mí, mientras sus gemidos me susurraban al oído que había llegado el momento más temido. Y el más deseado, tal vez.

   Aprisionó mi cuerpo bajo el suyo y esperó, incrementando mi excitación de manera sublime al sentir cada centímetro de mi piel unida a la suya. Un reflejo de luna penetró a través de la ventana iluminándolo con lentitud, avanzando desde el extremo de sus pies hasta besarle la nuca, momento en que una descarga de excitación lo fustigó obligándome a separar los muslos ampliamente con ayuda de sus piernas fuertes y musculadas, clavándome su daga de forma brusca e impetuosa sin ninguna concesión una y otra vez. Un dolor intenso aguijoneó mi vientre y cerré los ojos, al tiempo que él sumergía su cabeza en mi clavícula con deseo enloquecido, buscando mi cuello con sus labios henchidos de fogosidad extrema. Noté el roce de su boca sobre mi piel, abriéndose cada vez más, percibiendo la calidez de su aliento y la humedad de su lengua como un animal poseso, completamente fuera de sí. Y entonces los sentí. Entonces sentí los hilillos de sangre que sus colmillos afilados habían hecho resbalar por mi cuello mientras él succionaba mi vida y mi preciada virginidad con los ojos desorbitados y el semblante victorioso, recobrando así una centuria de vitalidad renovada. La laxitud de mis miembros me impidió moverme, dejándome llevar, poco a poco, por el sueño inmortal que me acompañaría hasta el otro lado para siempre. Hasta el lado infinito de las sombras.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Review Your Cart
0
Add Coupon Code
Subtotal

 
Scroll al inicio