«AUSENCIA» (2012)

Hoy no tengo razón para levantarme. La luz se cuela a cortes por las rendijas minúsculas de la persiana gris ribeteando la pared frontal, como si en código Morse quisiera transmitirme tu adiós. El silencio lo envuelve todo. Hoy la atmósfera no se impregna de olor a café, a pan tostado con sabor a mermelada de frambuesa, con la que tantas veces jugamos. No acierto a ver nada más allá de las paredes de esta habitación de la que no quiero salir. Giro la cabeza, despacio, con los ojos entreabiertos, temerosos, aquellos con los que miraba de pequeña los dibujos de terror sabiendo que me vería sorprendida en cualquier momento. Y temo encontrar lo que sé que encontraré: las sábanas arrugadas y frías sobre la superficie plana de tu lado de la cama. Una lágrima silenciosa resbala por mi rostro y se funde con el aroma que tu almohada desprende. A ti. Huele a ti y me deshago entera. No puedo dejar de abrazarla, de apretarla contra mi pecho para calmar el dolor profundo que me parte en dos. Cierro los ojos y tu imagen me asola, me seduce, hasta me hace sonreír por un instante pensando que tu marcha fue un sueño, un mal sueño del que pronto despertaré. Respiro agitada y elevo mi mano al aire posando mi dedo sobre tus labios para hacerte callar. No quiero escuchar de nuevo tu despedida. No. Otra vez, no.

  El aire se vuelve denso, caliente y húmedo por mi propia respiración que parece apagarse lentamente. Me pesan las piernas y mi cabeza gira, me siento perdida y apresada en el mundo oscuro que se me viene encima. Todos mis sentimientos resurgen a la vez y me aplastan, me asfixian, me oprimen exigiendo una respuesta que ni yo tengo. Por qué te dejé marchar. Por qué te dejé marchar. Por qué.

  Rompo a llorar curvada sobre mí misma en un afán por abrazar mis entrañas destrozadas y grito tu nombre al viento, una y otra vez, con la cordura ida y el corazón muerto. Nadie me escucha, nadie acude a consolarme y a advertirme que volverás, que me rodearás con tus brazos,  que me acurrucarás y besarás mis lágrimas derramadas por ti.

  Cierro los ojos, porque observar  tu ausencia pesa demasiado. Y me sumerjo de lleno en el amargor de la impotencia, de la ida sin retorno, golpeándome a mí misma oprimida por la angustia. ¿Por qué no te miré? ¿Por qué no te sonreí  más a menudo? ¿Por qué no te alabé cuando así lo merecías? ¿Por qué me ofusqué tantas veces con menudencias intrascendentes? ¿Por qué no te cuidé? ¿Por qué no me asomé a tus ojos para adivinar que me querías? ¿Por qué nunca te dije que te amaba? ¡Maldita sea, ¿por qué nunca te dije que te amaba?! ¿O es que acaso ni yo lo sabía?

  Ahora fluye. Ahora todo fluye como un manantial fuerte y poderoso. Ahora fluye para asediarme y para matarme.

  Porque ya no hay marcha atrás.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Review Your Cart
0
Add Coupon Code
Subtotal

 
Scroll al inicio