19/01/2024
Cuando un deseo prende con fuerza, no hay barrera que lo contenga. Franquea las puertas del corazón, traspasa la piel, burla la mente y se deja ver. Se torna brillante como la luz, anaranjado como una llama y se pespuntea de rojo por la pasión que lo vio crecer. Y fluye. Y vuela. Y surca el aire impregnándolo de alegría e ilusión. Y al mirarlo con devoción nos parece posible, probable, tangible.
Cuando un deseo prende con fuerza y surca el cielo, las pupilas se dilatan, dispuestas para ser testigos cuando se haga realidad. Porque si en ellos creemos, tarde o temprano se harán.
